El escrache al músico Javier Messina creció alimentado por un clima de punitivismo exacerbado, falta de rigurosidad periodística y una Justicia indecisa. Cuando su inocencia quedó demostrada ya era tarde, el "Dios Punk" se había suicidado. Este pódcast reconstruye su historia y pone en discusión el papel que tuvieron los diferentes actores que intervinieron en su trágico desenlace.
"La segunda muerte del Dios Punk" es una miniserie en formato pódcast que desanda los últimos días de Javier Messina, período que comienza con la viralización de un audio de Whatsapp, donde una joven lo acusa de intentar "drogarla con burundanga" a bordo del colectivo, y termina con la ratificación judicial de su inocencia. En el medio, tras haber sido golpeado, escrachado y a la espera de una medida probatoria que desmintiera la acusación, Messina se suicida. El periodista Nicolás Maggi está al frente del equipo responsable de confeccionar este material, impulsado por la productora Erre Producciones, que fue recientemente premiado como ganador en la categoría Audio de los Premios Gabo 2022.
Messina era un músico callejero que frecuentaba el centro de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Ataviado por una capa negra con capucha, adoptaba el nombre artístico de Dios Punk y tocaba las canciones de su grupo Sueños Punk Rock, al que también promocionaba mediante la venta de discos y fanzines (revistas artesanales de escasa tirada, comúnmente fotocopiadas).
El audio que condenó socialmente a Messina empezó a circular el 12 de octubre de 2018, una joven que viajaba en el colectivo se descompensó luego de haber aceptado uno de sus fanzines por lo que atribuyó su malestar a un intento de drogarla por parte del músico. El audio lo envío desde la Guardia del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez de Rosario, además de señalar que Messina se bajó inmediatamente luego de que ella empezara a sentir mal, menciona a una señora -a la que consigna como médica- que la asistió y le confirmó que había sido drogada. También habla de un diálogo que mantuvo con efectivos de Policía, quienes le advirtieron que "estaba cazando chicas", por lo que pedía difundir su mensaje como medida de cuidado para evitar que no le pase a ninguna otra. El escrache estaba en marcha.
La cadena de sucesos que le siguieron a la viralización incluyen agresiones callejeras, la detención y posterior liberación del músico y una causa que quedó abierta durante más de un año a la espera de un análisis toxicológico que determinara si efectivamente la joven había sido drogada o no. Cuando los resultados negativos llegaron a manos de la fiscal Gisela Paolicelli, Messina ya se había quitado la vida. La avidez con la que se había replicado el escrache y las notas periodísticas que lo consignaban como un "secuestrador" no fue la misma cuando tocó hablar de su inocencia.
“Hubiera sido una pena que Javier Messina sea convertido en un mártir de quienes defienden al machismo”, reflexiona Maggi cuando le toca explicar por qué decidió ir a fondo con la investigación sobre los sucesos que marcaron la historia del Dios Punk y convertirla en un relato periodístico. El principal obstáculo a superar fue el temor a la critica feminista que el caso inspiraba entre los editores de medios donde trabajaba el periodista por aquel entonces: “Me lo rebotaron sin siquiera leer el material que había escrito, sin dejarme explicar que la idea era tomar el tema desde el progresismo para problematizarlo porque si no se lo estábamos regalando a los que hacen política con el odio”.
Contrario a lo que intuían sus jefes de redacción sobre el impacto que tendría publicarlo, Maggi veía un potencial para poner en discusión la herramienta del escrache, el tratamiento mediático del hecho y los tiempos de la justicia: “Puede ser que con este caso quede demostrado que a veces las buenas intenciones no bastan, que puede haber equivocaciones bien intencionadas, que puede haber una burocracia del bien donde se encadenan muchas actitudes que intentan llevar a un beneficio pero terminan teniendo un resultado trágico”.
El objetivo detrás de la búsqueda periodística que motivó Maggi y su equipo nunca tuvo que ver con encontrar una única respuesta para lo sucedido, sino que se propusieron poner de manifiesto la verdadera complejidad que presentaba el caso: “Hay una multidimensionalidad inherente a todos los temas que requieren que nosotros no seamos demasiado asertivos cuando damos una apreciación sino que mostremos que hay mucha interseccionalidad”.
La trama que sostiene los nueve capítulos de La segunda muerte del Dios Punk trasciende la mera crónica policial y pone el foco en la responsabilidad que tuvieron otros protagonistas de la historia que a simple vista pueden parecer secundarios: “Al contrario de otros casos, la justicia fue lenta para determinar la culpabilidad o no de esa persona, los medios subiéndose arriba de una viralización en los datos, aparecen un montón de actores que parecían no tener implicación en el caso y empiezan a mostrarse su responsabilidad”.
Al cierre de esta entrevista, el periodista resume que, además de contar la doble muerte de Messina, la social y la física, el pódcast se propone abiertamente problematizar en torno al punitivismo como solución: “Teníamos ganas de hacer algo es no produzca un señalamiento a la chica del audio viral como respuesta fácil y rápida, porque justamente era hacer lo mismo que intentábamos denunciar de alguna forma. Terminamos viendo que hay casi dos víctimas”.
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