Así lo expresó Pablo Placencia Lagos, un muralista chileno que hace dos meses cruzó la cordillera para reflejar a través de su arte diferentes experiencias de organizaciones políticas y sociales.
Desde su llegada a Argentina, Pablo Placencia Lagos ya dejó su huella en Luján, en Parque Patricios, La Matanza y en el parque Textil de Berazategui. Y en La Plata su marca quedó plasmada en la Sede Fonseca Facultad De Bellas Artes, en Abasto -donde fue convocado por la organización social MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos)- y también en el Centro Deportivo y Recreativo de Villa Argüello.
“El muralismo es el pasaporte que me permitió conocer experiencias y personas que de otra manera hubiese sido imposible”, dijo en diálogo con Cacodelphia el muralista conocido también como Pla. “De Argentina lo que me más me maravilló es las ganas de luchar que encontré en esas organizaciones sociales, que en Chile no existen. Conocer esos niveles de organización que hay en los barrios me ha ido marcando y me ha llenado de energía para seguir pintando”, contó.
“Pongo mí arte al servicio de las organizaciones político y sociales, que están peleando en los distintos frentes y de ese modo buscó plasmar en los muros lo que ellos pretenden reflejar (...) El mural es un medio, una expresión artística que atraviesa todo el continente”, señaló.
“La propuesta del mural surge de la misma organización, yo solamente me convierto en una herramienta para llevar esa idea a cabo a través de mí estética”, dijo Pla. “Lo que más me gusta de éste mural político es que se trabaja de manera colectiva porque ese trabajo colectivo es parte de la esencia y de la magia”, aseguró el artista oriundo de la región Biobío.
“En Chile hay una larga tradición de muralismo revolucionario”, explicó Pla y detalló que la historia del muralismo en el país trasandino arrancó en los años ’50 con la llegada de Siqueiros a Chillan que pintó “Muerte al invasor”. Luego “en los años ‘60 llegó Jorge González Camarena, otro muralista mexicano que realizó un mural en la Universidad de Concepción, que se llama Presencia de América Latina, también conocido como Integración de América Latina, un mural de 300 metros cuadrado que relata la lucha desde la llegada de los españoles hasta los años ‘60. Así empezaron a formarse los primeros muralistas chilenos, entre ellos Gregorio de la Fuente, un reconocido pintor y muralista, quizá uno de los más importantes”.
“Luego de todo eso llegó la brigada política, donde los que pintan los muros, son militantes políticos. En ese periodo comenzó a formarse la Unidad Popular y el muralismo se transformó entonces en el soporte grafico de Allende. Así comenzó una escuela del muralismo que hasta el día de hoy se sigue pintando. Esa estética y ese contenido es lo que muchos muralistas comprometidos socialmente buscamos reivindicar”, detalló el artista y docente chileno.
“Luego del golpe militar de Pinochet y en toda ese periodo de resistencia a la dictadura se siguió pintando y ya en los ‘90 comenzó a surgir el muralismo que a partir del 2000 en adelante empezó a tener una aceptación a nivel social”, contó.
“Así es que en el año 2002 en la Comuna de Talcahuano, de donde yo provengo, se formaron las Unidades Muralistas Luchador Ernesto Miranda (UNLEM) que toma esa estética muy propia de Chile y que está compuesta básicamente por colores planos y el trazo negro que viene a remarcar todas las líneas”.
“Soy como parte de una segunda generación de la brigada y allí aprendí todo lo que se en cuanto a la técnica y a la historia del muralismo. Una historia que para quienes pintamos en la brigada es súper importante que se conozca”.
El muralista chileno comenzó su militancia en el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) que estaba entonces vinculado a la UNLEM. Ahí “fui adquiriendo todo el conocimiento en torno a la técnica, a la historia”, contó.
En septiembre se cumplen 45 años del golpe genocida de Augusto Pinochet y el desafío expresó el artista “es reivindicar a nuestros caídos”, porque “todavía no se sabe qué ha pasado con ellos. Entonces para que no caigan en el olvido, tendremos que pintar esa historia por todo Chile” aseguró.
“Hace unos años estuve trabajando como profesor y noté que hablarles a los chicos de la dictadura, era como hablarles de los griegos o de los romanos. Y como en los establecimientos educacionales no se refuerza nuestra historia contemporánea, nuestros chicos hoy no saben nada de Allende, ni de la dictadura, ni de Pinochet”, contó Pla. “Y eso es justamente lo que busca el sistema educativo actual, generar seres impensantes. Porque claro, si somos parte de lo que ellos llaman “el mejor sistema neoliberal del mundo”, para que necesitamos seres que se estén cuestionando”.
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