El libro "Darío Santillán el militante que puso el cuerpo", de Ariel Hendler, Mariano Pacheco y Juan Rey, vuelve a las librerías cinco años después de haber sido editado.
El libro además de analizar la vida del militante popular Darío Santillán, asesinado por la policía en medio de la represión a una manifestación en junio del 2002, repasa también los movimientos de desocupados, las asambleas barriales, las fábricas recuperadas y el movimiento piquetero.
En diálogo con Cacodelphia, Mariano Pacheco uno de los autores del libro reflexionó que “hoy se conoce la figura de Darío y Maxi por haberlas vistos pintadas en un mural, estampadas en una remera o por haber escuchado algo en referencia a ellos. Pero no se conoce esa militancia del día a día, que fue creciendo a la intemperie, que se propuso resistir y luchar en las condiciones más desfavorables. Entonces hoy cuando en algunos sectores prima la desazón o incluso cierta impotencia frente a las políticas abiertamente represivas y de ajuste de Mauricio Macri, es bueno repasar esas historias, para comprender que hubo momentos realmente peores, en esta democracia de las derrotas y ante los cuales, nuestro pueblo se puso de pie y salió a luchar”.
“En este contexto de país el libro sirve para recordar a Darío y a Maxi, pero sobre todo para recordar a esa generación militante que con muy pocas herramientas, con prácticamente ningún tipo de estructura política, con una formación muy rudimentaria y con mucha prepotencia, típica también de esa juventud que integró los movimientos de trabajadores desocupados, salió a las calles a pelear por dignidad y de ese modo parió una experiencia de organización popular tan novedosa como fue el movimiento piquetero”, añadió el escritor.
Nuevas militancias
“Por alguna extraña razón, nuestro pueblo le presta mayor atención a ciertos aniversarios cuando se cumple un número redondo y en este caso la conmemoración del asesinato de Darío y Maxi, cobró una relevancia mayor, porque llegó en un contexto, donde la lucha que se dio a fines de los años ’90, encuentra algunas continuidades en estos tiempos”, aseguró el ensayista y comunicador popular. También subrayó el surgimiento de las nuevas militancias que nacieron al calor de ciertos procesos populares que marcaron una serie de saberes que fueron muy importantes para las nuevas generaciones.
“Uno de los contrastes más evidentes con éstos tiempos tiene que ver con lo que han acumulado éstas nuevas militancias, en términos de organización popular y no sólo en Argentina sino también en el continente y en el mundo. En ese sentido si bien los aires que rondan en este último tiempo no son muy auspiciosos, los últimos años ha habido una serie de luchas que marcan una serie de saberes que serán muy importantes para las nuevas generaciones” expresó Pacheco.
Las nuevas generaciones aseguró “no parten como partimos quienes comenzamos la militancia de los años ’90, con la derrota de todas las experiencias revolucionarias a nuestras espaldas, la caída del Muro de Berlín, la derrota electoral del sandinismo y el triunfo de Carlos Menem con las banderas del peronismo. Surgen a partir de un ciclo de luchas muy importantes que tuvieron su momento de condensación en Argentina en el 2001 y un poco antes o después en el resto del continente”.
En forma de posdata, los autores del libro señalan que “han emergido hoy con mayor fuerza, otra vez, una serie de movimientos sociales que retoman, recuperan y resignifican aquellas prácticas políticas”. Sin embargo aclaran también en ese agregado que “la historia nunca se repite y este tiempo no son los años noventa”. Sobre esto, Pacheco mencionó que “hay cierta pereza intelectual, vinculada a la experiencias progresistas de los últimos años que tienden a resolver la política con imágenes y eslóganes. De ese modo sin analizar ni pensar las complejidades de la época, simplificamos estos tiempos con el eslogan 'Macri es la dictadura' o 'Macri es el menemismo'. Y eso por más que lo cantemos con furia en una marcha, para pensar lo que nos está pasando es muy pobre”.
“Tampoco hay que pensar los 15 años de la Masacre de Avellaneda y las nuevas resistencias que surgen al macrismo como una especie de reedición de lo que paso en el periodo que va de 1996 al 2002. Porque eso que pasó, ya pasó y es parte de nuestra historia, y puede ser parte de un aprendizaje provechoso para los sectores populares y sus organizaciones, pero de ningún modo se puede pensar que hoy la política se va a realizar igual que en esos años”, agregó.
Más que un símbolo político
Mariano Pacheco fue amigo y compañero de militancia en el Movimiento de Trabajadores Descocupados (MTD) de Darío Santillán a quién recuerda como “un pibe con mucha iniciativa y con mucho compromiso existencial con lo que hacía. Darío tenía un cierto empuje excepcional, que lo hacía ponerse al hombro proyectos de militancia frente a la adversidad de la época cuando la militancia no estaba de moda e incluso estaba más ligada a cierta teoría de los dos demonios. Por otro lado era parte de una generación de pibas y pibes, que en lo más profundo del sur del conurbano, con todas las adversidades presentes en el día a día, se propuso ser parte de una experiencia colectiva. Por eso lo peor que podemos hacer entonces con su figura, es ponerlo en un lugar de excepcionalidad tal que lo aleje de las personas de carne y hueso. Hoy su rostro en un símbolo político, pero en su quehacer diario, fue un pibe más del conurbano, que hizo lo que pudo en la situación que tenia ante sus ojos”.
Las complicidades políticas
Por los crímenes de Maxi y Darío, el 9 de enero de 2006, el Tribunal Oral 7 condenó a prisión perpetua al ex comisario Fanchiotti y al ex cabo primero Alejandro Acosta, entre otros efectivos de la Policía Bonaerense, aunque los familiares de las víctimas y las organizaciones siguen reclamando por las responsabilidades políticas de la represión. “Esa lucha inquebrantable y sostenida de los familiares, juntos con sus amigos y compañeros, entre otras cosas logró que los responsables materiales de los asesinatos de los chicos fueran condenados a cadena perpetua”, aseguró Pacheco y recordó que “una vez lograda las condenas a los responsables materiales del crimen, se señalo permanentemente las responsabilidades políticas. Y a pesar de saber que es muy difícil que sea el propio Estado quien juzgue a quienes en el fondo son sus grandes representantes, esa lucha de familiares y amigos logró la condena social. Una condena también muy importante en la perspectiva de construir un país con justicia y libertad, donde si bien estos tipos no están frente a las rejas, de algún modo están señalados socialmente como lo que realmente son, asesinos que se disfrazan de gestores de un Estado democrático, que es solo democrático para determinadas cuestiones y para otras no".