Los soldados y oficiales de Granaderos opusieron una feroz resistencia y no se lo permitieron. De haber entrado, habría caído muerto a los pocos pasos. Al respecto, dijo: “Siempre me molestó este mito, ¿qué persona normal descargaría una ametralladora contra un asiento vacío?”.
Sin embargo, el respaldo del sillón de Rivadavia sí recibió tres impactos de bala que, por el ángulo, probablemente hayan sido disparadas por las ametralladoras frontales de un avión Texan naval.
Durante el ataque, Juan Perón escapó por un túnel hacia el búnker atómico en el subsuelo del edificio Alas. Al recibir las advertencias del ataque, que llegaron por cuatro vías diferentes, Perón se retiró de Casa Rosada, trasladando el puesto de mando al edificio del Ministerio de Guerra, a sólo 150 metros. Hizo el trayecto en auto.
A las 15.24, al ser atacado el edificio, Perón descendió hasta el segundo subsuelo. Este, aunque no fue pensado ni diseñado como búnker, ofrecía una buena protección. El búnker atómico del edificio Alas, entonces Atlas, se construyó, como se hacía en todas las grandes capitales del mundo, pensando en su capacidad para soportar un ataque atómico sobre Buenos Aires. Contenía comida, agua y medios para sobrevivir cinco semanas