Rita Segato, investigadora argentina residente en Brasil, brindó su testimonio en el marco de la transmisión realizada por Radio Futura durante la jornada “Ni una menos”.
¿Creés que, dentro de esta etapa del capitalismo, podemos lograr algo las mujeres infiltrándonos en lugares de poder para lograr algún reclamo o pensás que va por otro lado la lucha?
Lo que intento decir es que hay muchas luchas en el campo del Estado, que el movimiento feminista colocó los dos pies en el campo del Estado, pidiendo leyes políticas públicas e instituciones. Hubo grandes avances, pero hay que entender por qué estos avances no se sienten en el campo de la vida real; por qué los agentes de Justicia no contemplan este progreso en el campo de las legislaciones y las instituciones, sus mentalidades no condicen con el espíritu de las nuevas leyes. Ese régimen de estatus de género atraviesa este momento presente de la modernidad y las leyes más igualitarias por debajo y lo solapan, lo erosionan, hace imposible que ese propósito de protección de las mujeres y de quienes tienen una sexualidad no normativa y de los niños.
La sociedad es una estructura donde lo masculino tiene más valor y más privilegios que todo lo que está del lado de lo femenino, entonces las leyes no llegan a destino y no cambian la mentalidad. Lo que tenemos que hacer es transformar la sensibilidad de las personas. Eso es lo que no estamos logrando: hay que revisar nuestras estrategias.
El feminismo y el Estado
¿Y qué rol juegan los medios en esa disputa?
Los medios nos juegan en contra porque refuerzan y multiplican una ideología que es rapiñadora y abusiva, que reduce a las mujeres a un cuerpo-objeto, es muy difícil porque las leyes, por sí solas no cambian la sociedad en una norma de causa-efecto, una ley sola no cambia el mundo. La ley no sólo tiene existencia en el martillo de los jueces, sino en el día a día, que esté presente cuando las personas hablan y se trasluzca en la cotidianeidad.
¿Por qué pensás que el feminismo ha insistido tanto con este paquete de leyes que se han aprobado con perspectiva de género?
Eso por sí mismo no trasforma el mundo. Es importante tenerlo, ese campo no se puede abandonar, pero por sí solo puede ser sólo ornamental. Puede hacer que los jueces digan “está en la ley, el problema está resuelto” y así callar a la sociedad. Pero la crítica feminista del derecho tienen ese doble filo, a veces son promulgadas las leyes para decir que el problema fue resuelto y el problema sigue por el costado de las leyes, depende mucho del trabajo político. Sin trabajo político no hay leyes, lo vemos en los agentes del Estado.
¿Cómo se enmarca esta situación en tu concepto de pedagogía de la crueldad?
Por un lado hay un deseo de ejemplariedad del hombre que siente que puede castigar a la mujer, pero también es un gesto desesperado porque el hombre también está acorralado y hay una situación de crueldad que tiene que ver con el "orden de intemperie", donde nadie está a salvo, donde nadie tiene asegurada su vida ni la reproducción y han renacido formas antiguas de opresión. Muchas zonas de protección de la ciudadanía han caído por tierra en nuestros países, ante esa presión de la vida, las personas dentro de casa se están volviendo más violentas. Y eso es lo que habla de una pedagogía de la crueldad que es "necesaria" para sobrevivir en este “sálvese quien pueda” que es la vida hoy, es precisa una baja empatía con el otro para explotarlo y poder ejercer varias formas de violencia que hacen parte de la normalidad en lo que llamo la fase apocalíptica del capital y que van contra la naturaleza y contra las personas.
La pedagogía de la crueldad
¿Qué consejos darías a las feministas en nuestra lucha y en la vinculación con el Estado?
Tengo una confianza progresiva hacia el Estado. Jamás pensar que podemos tomar el Estado y desde el Estado tomar la conducción de la transformación. Uno vive de su trabajo (como yo vivo de mi trabajo como profesora), pero jamás hay que abandonar la perspectiva del afuera: estar con un pie dentro de nuestro trabajo o espacio laboral y con otro afuera, y saber siempre sus límites. Esa es una regla de oro.
¿Y cómo analizás estas movilizaciones masivas bajo la consigna "Ni una menos"?
Fue una excelente convocatoria en un momento perfecto, cuando estaba rebalsando el vaso de la violencia. Las mujeres se están dando cuenta de que hay un problema de género, pero es fundamental que ese problema no es sólo de género, es de todo el momento histórico que atraviesa a las personas y, en especial a las mujeres. La sociedad encontró un punto de unión, la gente también vio una ocasión especial para unirse por detrás de una consigna legítima para todos que es la violencia que azota a las familias y destruye la vida de los niños. Y las personas vieron que era posible unirse y suspender por un tiempo otras divergencias.
La gente percibió que hay excesos en los medios y en cómo la justicia trata a los femicidas, que está aumento la violencia, la cobertura de esos asesinatos es absolutamente impropia porque se victimiza a las propias víctimas y se inocenta a los victimarios. Hay una lucidez de la sociedad en visibilizar esto como un problema de todos y no sólo del movimiento feminista, trascendió las filas del ghetto, porque la gente percibió que hay una causa justa.
La convocatoria "Ni una menos"