El jueves se realizó en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación el primer encuentro de colectivos y grupos que trabajan la educación en cárceles con el objeto de problematizar la enseñanza de la historia, en particular, en contextos de encierro. Organizada por la cátedra del Taller de problemáticas de la enseñanza del Profesorado, la actividad contó con la participación de integrantes del Grupo de Estudios Sobre Educación en Cárceles (GESEC) y Atrapamuros, junto a un estudiante de la cerrera de Sociología que hace un año recuperó su libertad.
Recorridos que se encuentran
“Las preguntas que nos hacemos sobre el pasado y sobre el presente tienen mucho que ver con nuestra biografía”, observó la integrante de Atrapamuros, y continuó: “El recorrido de los chicos y de las chicas que hoy están privados de la libertad tiene que ver con preguntas que por ahí los que no tuvimos esa biografía no nos preguntamos tanto, y ahí es cuando ellos hacen de la historia algo propio”.
Reconocer el lugar del otro implica a su vez posicionarse frente a él como frente a un igual, posicionamiento que no está exento de tensiones relacionadas a la dificultad de “sacarse esa mochila que uno viene llenando de lo que se llama educación bancaria”. Según explicó Sol Calandria, en la educación dentro de las cárceles esas tensiones resultan más visibles porque el sujeto privado de su libertad “está acostumbrado a las jerarquías y tiene muy naturalizado que su palabra no vale”. “El ponerse o pensarse como un igual a ese educando hace romper esa jerarquía y hace que la palabra del otro se empodere. Ese es un primer paso y es un objetivo en sí mismo”, agregó.
Un camino colectivo
El trabajo del colectivo de educación popular en cárceles Atrapamuros surgió hace seis años, cuando estudiantes de diversas carreras universitarias notaron que sus compañeros de las unidades penales tenían dificultades para acceder a los materiales de estudio y no contaban con un seguimiento sobre cómo prepararse para rendir un final.
“A nosotros como estudiantes de los primeros años de las carreras nos costaba preparar un final yendo a los teóricos, yendo a los prácticos y teniendo otra educación secundaria, y nos imaginábamos que a una persona que tiene que rendir libre y encima privada de su libertad le iba a ser mucho más costoso”, contó Calandria.
Durante esos meses hicieron los primeros acercamientos a distintas unidades penitenciarias y posteriormente la propuesta también tomó la forma de proyecto de extensión de la Facultad de Humanidades, que aún sigue vigente. Con el correr del tiempo y la acumulación de experiencias, los integrantes del colectivo comprendieron que, lejos de ser un problema aislado de la sociedad, la cárcel es parte constitutiva de ella y explica muchas de sus realidades.
Posteriormente, el grupo se constituyó como un colectivo de educación popular y tomó la decisión de organizarse políticamente dentro del Frente Popular Darío Santillán - Corriente Nacional, persiguiendo “un horizonte de cambio social, transformador, y entendiendo que el problema no es solamente la cárcel, que lo que hay que transformar es la sociedad”.