
“Adiós.
Ricardo Gómez ya no es Jacinto Piedra.
Jacinto Piedra ya no es el cardenal. Lo siente la garganta. No sabe si fueron las noches, los proyectos inconclusos, el tiempo que le estalla en las venas, le queda poco. No recuerda haber tocado ante tanta gente, 10000. Quizás el doble o un poco más. Arriba del escenario frente a 40000 hombres y mujeres que desbordan varias cuadras desde la Avenida Belgrano, Jacinto Piedra vuelve a ser fuerte. El mar humano que olea entre el humo de los pasteles y los choripanes no es de Lázaro Moreno ni de Riky Maravilla. Están allí por él. Porque José Luis Zavalía eligió como jingle de campaña su última canción. Pero sobre todo están - lo ha dicho tantas veces- porque al más alto gobernante y al más humilde de los militantes le gusta la chacarera.
Va a tocar porque le pagan bien y porque le prometieron una casa que algún día, a lo mejor, se convertirá en la primer escuela de música popular en Santiago del Estero. ‘Yo te ayudo pero te cobro porque soy peronista’ le había dicho el cardenal a Zavalía unos meses atrás antes de cerrar contrato. Jacinto disfrutaba cantar por el interior, a algunos pueblos nunca llegó su voz de monte. El jueves 24 de octubre de 1991 está allí firme con su guitarra, no quiere cantar mas si la paga no se completa. Lázaro Moreno arenga a los votantes, Tío Rubén hace repicar el bombo, Coqui Díaz apura un ritmo en la viola. Vuelan los silbidos y los gritos entre el alumbrado colorinche que abarca toda la calle Pedro León Gallo. La gente se amontona, se empuja, avanza y no importa los estómagos vacíos, ni el calor, ni el tufo, ni las promesas. No importa el juarismo que les tiene llenos de pobreza, van a ver al tipo que realimentó la música saltando en el escenario con su pelo largo y sus pantalones rojos bien apretados. La voz de Jacinto Piedras llena cuadras enteras, pasan las zambas y las chacareras sobre el peronismo herido. Abajo se baila, en las calles florece una juventud que no tiene futuro donde está tu amor mi rebelión te canta lo que me faltó".